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4/28/2006

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"Respondiendo Simón Pedro, dijo: Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente." (Mateo 16:16)

"...Y sobre esta roca edificaré mi iglesia" (Mateo 16:18)

El pasaje bíblico (Mateo 16:13-19), nos relata que el Señor Jesús fue con sus discípulos a la región de Cesarea de Filipo, donde les reveló uno de sus más grandiosos planes: "edificaré mi iglesia". Pero también les anunció el costo del proyecto: "Desde entonces comenzó Jesús a declarar a sus discípulos que le era necesario ir a Jerusalén y padecer mucho de los ancianos, de los principales sacerdotes y de los escribas; y ser muerto y resucitar al tercer día" (Mateo 16: 21)

La región de Cesarea de Filipo se sitúa al extremo sur del monte Hermón, donde nace la fuente principal del río Jordán, y no fue casual que el Señor eligiera ese lugar para manifestar a los suyos su maravilloso propósito.

En las Escrituras se encuentran numerosas citas al respecto:

El Salmo 42, que anticipa proféticamente el sufrimiento del Señor Jesús en el camino de nuestra redención, expresa en el vs.6: "Dios mío, mi alma está abatida en mí; me acordaré, por tanto, de ti desde la tierra del Jordán, y de los hermonitas, desde el monte de Mizar."

Notemos que aquí se hace referencia a la tierra del Jordán y de los hermonitas, y asimismo al monte Mizar, (uno de los picos del monte Hermón). En medio de las angustias a las que sería sometido el Señor, encontraría consuelo al acordarse del Padre desde aquella tierra. ¿Por qué razón? Porque allí haría el maravilloso anuncio: edificaré mi iglesia.

Sus sufrimientos cobran sentido: "...por el gozo puesto delante de Él sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se sentó a la diestra del trono de Dios". (Heb.12:2)

En Cantares 4:8 el futuro esposo, enamorado, expresa: "Ven conmigo desde el Líbano, oh esposa mía, ...desde la cumbre de Senir y de Hermón” y en el Salmo 133:3 encontramos que la delicia de habitar los hermanos juntos en armonía, es "...como el rocío de Hermón, que desciende sobre los montes de Sión; porque allí envía Jehová bendición, y vida eterna". Notemos que estas referencias aluden precisamente a la misma región, aledaña a Cesarea de Filipo. Y es justamente allí donde el Señor revela lo que ningún hombre hasta entonces conocía: su extraordinario designio de edificar su iglesia.

Amor, delicia, bendición y vida eterna, serían las características que destacarían la perfección de Su obra.

Unos pocos días después, Pedro, Jacobo y Juan son llevados a lo alto del monte, y contemplan al Señor transfigurado, con su rostro resplandeciente como el sol, y sus vestidos blancos como la luz. También se les aparecen Moisés y Elías. "Bueno es para nosotros que estemos aquí" -le dice Pedro al Señor- "si quieres, hagamos aquí tres enramadas, una para ti, otra para Moisés, y otra para Elías." (Mateo 17:4). En el relato paralelo de Lucas 9: 33, se añade un detalle más sobre la iniciativa de Pedro: "...No sabiendo lo que decía".

Cuando el Señor declaró: "Edificaré mi iglesia", no pensaba en enramadas donde fuera a convivir Él mismo (la gracia) con Moisés (la ley) y Elías (los profetas), todos juntos. De manera que los discípulos tenían que aprender otra lección: "La ley y los profetas eran hasta Juan" (Lucas 16:16). Los discípulos oyen desde el cielo mismo la confirmación del Padre: "'Este es mi hijo amado, en quien tengo complacencia, a Él oíd'. Entonces los discípulos se postraron sobre sus rostros, y cuando levantaron sus ojos” "a nadie vieron sino a Jesús solo" (Mateo 17:5-8).

Pero volvamos a la escena de Mateo 16:13-17: El Señor les pregunta a sus discípulos: "¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del Hombre?" -Ellos contestan: "Unos, Juan el bautista; otros, Elías; y otros, Jeremías, o alguno de los profetas" Entonces el Señor les hace una pregunta más: "Y vosotros, ¿Quién decís que soy yo?" Pedro responde: "Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente". Es una sabia respuesta, porque es de procedencia divina: "Bienaventurado eres Simón, hijo de Jonás, porque no te lo reveló carne ni sangre, sino mi Padre que está en los cielos".

Los discípulos aprenden la lección: Las respuestas correctas proceden de Dios, no de los hombres. Y llega el momento en que el Señor sorprende a los discípulos con su anuncio: "Y yo también te digo, que tú eres Pedro, y sobre esta roca edificaré mi iglesia" (Mateo 18: 18).

El Señor hace alusión al nombre de Pedro (Petrus=piedra) con fines de ilustración. Evoca la palabra piedra como introducción de la enseñanza que se apresta a transmitir. A partir del vocablo piedra, los discípulos son llevados a la consideración de una piedra (o roca) que constituiría el fundamento de la iglesia: "Sobre esta roca edificaré mi iglesia". Aquí el Señor no se refería a Pedro; la roca está vinculada con lo que Pedro acababa de confesar: "Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente".

Cristo mismo es la roca inconmovible, el fundamento firme de su iglesia. Y sobre esta Roca el Señor la edifica, con piedras vivas, "como casa espiritual" (1ª Pedro 2:5), "que va creciendo para ser un templo santo en el Señor" (Efesios 2:21).

Sigamos considerando lo que el Señor declaró: "Y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella". Alguien que ha recibido el Evangelio y ha creído en el Señor Jesucristo, no sólo fue hecho un hijo de Dios, sino que ha sido agregado por el Señor a su iglesia como piedra viva. La muerte ya no puede ejercer dominio sobre el creyente, y las puertas del Hades no pueden abrirse para recibirlo. El Señor Jesucristo "quitó la muerte y sacó a luz la vida y la inmortalidad por el Evangelio" (2ª Timoteo 1:10).

Luego de la alentadora enunciación, el Señor continúa diciéndole a Pedro: "Y a ti te daré las llaves del reino de los cielos; y todo lo que atares en la tierra será atado en los cielos; y todo lo que desatares en la tierra será desatado en los cielos" (Mateo 16: 19). Los hombres han hecho muchas especulaciones en el intento de interpretar esta expresión. Sin embargo, al examinar la historia de la iglesia a través de las Escrituras, comprendemos su verdadero sentido.

"Las llaves" que el Señor daría a Pedro guardan relación con el hecho de que él sería el primero en predicar el Evangelio a los judíos (como individuos y no como nación), bajo la vigencia del Nuevo Pacto en la sangre del Señor. Pedro usó la llave, y Dios abrió la puerta de la fe a los judíos. (Compárese con Hechos 14:27). "Y se añadieron aquel día a la iglesia como tres mil personas" (Hechos 2: 41).

Y, del mismo modo, Pedro sería también el primero en predicar el Evangelio a los gentiles. Ello tuvo lugar en la casa de Cornelio, y todos los que oyeron el discurso de Pedro creyeron y fueron salvos, de manera que los judíos que acompañaban a Pedro, "se quedaron atónitos de que también sobre los gentiles se derramase el don del Espíritu Santo", (Hechos 9:45). Y "oyeron los apóstoles y los hermanos que estaban en Judea, que los gentiles habían recibido la Palabra de Dios" (Hechos 11:1).

Así Pedro usó las llaves que le dio el Señor, y la puerta para la predicación del Evangelio quedó abierta, hasta que el Señor la vuelva a cerrar cuando termine el presente período de gracia. Mientras tanto, "...he puesto delante de ti una puerta abierta, la cual nadie puede cerrar; porque aunque tienes poca fuerza, has guardado mi Palabra, y no has negado mi Nombre” (Apoc. 3:8).

Pero aún queda por considerar otro aspecto de la promesa del Señor: "...Y todo lo que atares en la tierra será atado en el cielo, y todo lo que desatares en la tierra será desatado en el cielo". (vs. 19).

A primera vista, parece que el Señor le concede a Pedro una facultad extraordinaria. Sin embargo, descubrimos más adelante que no sería exclusivamente para Pedro, ya que en Mateo 18:18 tenemos una expresión coincidente sobre la cuestión de atar y desatar, que incluye a todos los demás. Es decir, que todos los creyentes tendrían la misma facultad. Pero, ¿A qué se refiere eso? Sólo debemos escudriñar -y no especular- para encontrar la respuesta en el mismo pasaje.

El Señor comienza diciendo: "De cierto os digo que todo lo que atéis en la tierra, será atado en el cielo; y todo lo que desatéis en la tierra, será desatado en el cielo". Y a continuación el Señor reafirma la misma enseñanza diciendo: "Otra vez os digo que si dos de vosotros se pusieren de acuerdo en la tierra acerca de cualquiera cosa que pidieren, les será hecho por mi Padre que está en los cielos. Porque donde están dos o tres congregados en mi Nombre, allí estoy yo en medio de ellos".

Entonces, no es difícil comprender. Es la misma enseñanza, reiterada dos veces: "De cierto, de cierto os digo" y "Otra vez os digo" Se trata de lo mismo, de la concesión más extraordinaria: de la facultad y privilegio de orar, con garantía de eficacia. Ustedes se congregan en mi Nombre, y Yo estoy en medio. Mi Padre está en los cielos, y el pedido hecho aquí, llegará en mi Nombre allí. Y lo que piden les será hecho por mi Padre.

Y el Señor cumplió su promesa, su anuncio se hizo realidad, porque: "Cristo amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella, para santificarla, habiéndola purificado en el lavamiento del agua por la Palabra, a fin de presentársela a sí mismo, una iglesia gloriosa, que no tuviese mancha ni arruga ni cosa semejante, sino que fuese santa y sin mancha" (Efesios 5:25-27)

Esa es la iglesia de la que somos miembros. "Así que, recibiendo nosotros un reino inconmovible, tengamos gratitud, y mediante ella sirvamos a Dios agradándole con temor y reverencia", (Heb.12:28). "Porque de Él, y por Él, y para Él, son todas las cosas. A Él sea la gloria por los siglos. Amén", (Romanos 11:36).

Tomado de "Siguiendo sus Pisadas"

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