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4/23/2006

PASTOR O SACIFICIO ??????


Acercándoos a él, piedra viva, desechada ciertamente por los hombres, mas para Dios escogida y preciosa, vosotros también, como piedras vivas, sed edificados como casa espiritual y sacerdocio santo, para ofrecer sacrificios espirituales aceptables a Dios por medio de Jesucristo.” (1 Pedro 2:4-5).

Somos un cuerpo de piedras vivas que tenemos la responsabilidad de ser edificados como casa espiritual y sacerdocio santo, para ofrecer sacrificios espirituales….

Ahora note usted hermano, que los únicos sacrificios aceptables a Dios son sacrificios ¡espirituales! ¡no otros! (aquí se derrumba la doctrina del mucho hacer para la obra de Dios). Y note igualmente que no es usted quien los hace, si no Jesucristo viviendo en Usted en el Espíritu, he aquí un sacerdote espiritual en actividad.

“No que seamos competentes por nosotros mismos para pensar algo como de nosotros mismos, sino que nuestra competencia proviene de Dios, el cual asimismo nos hizo ministros competentes de un nuevo pacto, no de la letra, sino del espíritu” (2 Corintios 3:5-6)

Aquí esta expresado quien nos habilita, quienes somos, para que somos. Nuestra competencia proviene de DIOS. NO de cobertura alguna Somos ministros competentes de un nuevo pacto. Ministros del espíritu, que deben vivir en el espíritu. ¿Lo creemos? ¿lo practicamos?.

Si vivimos una vida de consagración, permitiendo que Él haga Su obra en nosotros, el Señor nos consagrará, es decir, nos comisionará para que ejecutemos su ministerio. Nuestra primera experiencia de vida después de la salvación deber ser la consagración. En el momento que una persona es salva debe consagrarse al Señor.

En una iglesia normal, estas dos experiencias: salvación y consagración, están íntimamente relacionadas y activadas. Por el formato que adquirimos en nuestras experiencias congregacionales, pensamos y creemos que consagrarse al Señor es convertirse en un “activista” evangélico que esta dispuesto a realizar todo y cuanto haya por hacer dentro de una congregación. Nos han hecho creer que, cuanto mas hacemos, más consagrados somos y esta es la más hábil patraña del enemigo de Dios en su propia casa.

Muchos serían los malos ejemplos con nombres y apellidos conocidos con los que desbarataríamos este pésimo y mal concepto adquirido, pero el mejor ejemplo es el pueblo de Dios que anda errante tras todo viento de doctrinas. Si en verdad entendemos que debemos activarnos como sacerdotes no es precisamente practicando viejas costumbres y tradiciones adquiridas, si no volviéndonos a las sendas antiguas.

Entonces, ¿qué es la consagración?, ¿cuál es su significado?, veamos en las Sagradas Escrituras que dice el Apóstol Pablo en el libro escrito a los Romanos12:1: “Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo”

El significado de la consagración, entonces, es ser un sacrificio.

Por eso el libro de Levítico en su capítulo uno, comienza con cinco ofrendas básicas y la primera de ellas es el holocausto. Las escrituras nos muestran que cuando alguna cosa es separada de su posición y uso original para ser puesta en el Altar de Dios, específicamente para Él, es un sacrificio.

Holocausto era una ofrenda totalmente para el deleite de Dios al ver su justicia justificada. Analicemos el ejemplo del buey, este vivía en el campo y era usado para arar la tierra y para el transporte tirando carretas, el buey es separado y llevado al altar, aquí se nota el cambio de posición. Luego dicho buey es muerto sobre el altar y consumido por el fuego para ser un olor grato a Dios, aquí esta el cambio de uso. Cuando una ofrenda es ofrecida, ya sea buey o carnero, fina flor de harina o aceite, la ofrenda deja las manos del oferente y nunca más podrá ser usada para su propio beneficio y deleite. Todos los sacrificios del altar pertenecen a Dios y son sacrificio para Él.

Cuando nos presentamos a Dios como un sacrificio vivo, también hay dos aspectos: uno es nuestro cambio de posición y el otro es nuestro cambio de uso. Este es el verdadero significado de consagración.

Cuando alguien dice ser consagrado, debemos preguntarle si él ya cambió de posición y de uso o no. Una vez consagrado no estamos mas en el campo como el buey, es decir ya no estamos más donde decidíamos estar, porque hemos sido transferidos al altar, hemos cambiado de posición. Aunque continuemos ejerciendo todas las actividades normales de un ser humano, tales como: estudiar, trabajar, realizar los quehaceres domésticos, etc., nuestra posición delante de Dios cambió no estamos en donde queremos estar, o donde habitualmente estaríamos, ahora estamos en el altar.

Pero también nuestro uso cambió, estudiamos, trabajamos, realizamos nuestras profesiones en el mundo con todas nuestras habilidades y capacidades, pero una vez delante del altar debemos entregarnos para el uso de Dios. Cuando nos damos cuenta de esto, nuestra primera reacción es trabajar para Dios con todas nuestras fuerzas y habilidades, con mas diligencia que cuando estábamos “arando en el campo” o “tirando carretas” en el mundo.

Sin embargo, necesitamos darnos cuenta que para trabajar para Dios, es necesario, en primer lugar, permitir que Él trabaje en nosotros, que él trate con nosotros, enseñándonos a negar la vida del alma, llevándonos a ser ministros competentes en el espíritu. Solo aquellos que permiten que Dios trabaje en ellos pueden trabajar para Él. En la medida que permitimos que Dios trabaje en nosotros es lo que podremos trabajar para Él. Si no dejamos que Él trabaje en nosotros, nuestra labor no puede agradarle ni ser aceptada por él. No importa cuan diligentes o perseverantes seamos. Por lo tanto, al consagrarnos a Dios para trabajar para él, el énfasis aún debe ser dejar que el Señor trabaje en nosotros.

Los animales que eran ofrecidos para el holocausto, primero tenían que ser degollados, desollados, cortados en piezas, los cuales eran puestos en orden, lavados y finalmente quemados sobre el altar. Esos animales no eran usados para arar la tierra, ni para tirar las carretas, si no para ser consumidos por el fuego.

Nosotros no somos ni degollados, desollados, cortados en piezas, lavados y finalmente quemados, pero hermanos, esto es una figura de lo que el Señor por su Espíritu Santo desea operar en nosotros, porque de una manera invisible en el trato que el Señor tiene, soy degollada, desollada, cortada en pieza y finalmente lavada por la palabra (Efe.5:26) para ser consumida por su fuego. Nuestra labor no puede agradarle ni ser aceptada por Él, no importa cuan dispuestos, diligentes o perseverantes seamos, si no somos tratados por el Espíritu y vivimos en él.

Y si sobre este fundamento alguno edificare oro, plata, piedras preciosas, madera, heno, hojarasca, la obra de cada uno se hará manifiesta; porque el día la declarará, pues por el fuego será revelada, y la obra de cada uno cuál sea, el fuego la probará. Si permaneciere la obra de alguno que sobreedificó, recibirá recompensa.Si la obra de alguno se quemare, él sufrirá pérdida, si bien él mismo será salvo, aunque así como por fuego.

¿No sabéis que sois templo de Dios, y que el Espíritu de Dios mora en vosotros? Si alguno destruyere el templo de Dios, Dios le destruirá a él; porque el templo de Dios, el cual sois vosotros, santo es.” (1 Corintios 3: 12-17).

Por lo tanto, al consagrarnos a Dios para trabajar para él, el énfasis debe ser dejar que el Señor trabaje en nosotros. En el libro de Levítico capitulo 10, se nos provee el ejemplo de Nadab y Abiù, hijos de Aarón, que ofrecieron fuego extraño delante de Jehová y fueron consumidos por Él.

Analizando las realidades congregacionales, extensamente tratadas, denunciadas, discutidas, si las ubicamos en este contexto, no se puede menos que aceptar, que se vive actualmente, en esa realidad por pretender servir a Dios en si mismos. Todos los que no han sido tratados y trabajados por el Señor e intentan servirlo, ofrecen fuego extraño.

Por eso asistimos a las divisiones y discusiones actuales, basta una diferencia, para dividirse, alejarse, erigirse “pastor” y abrir una nueva división, en la que se pretenderá ofrecer “sacrificio” de alabanzas. Esta es la experiencia que tenemos y hemos heredado, uno querrá servir al Señor de una manera y el otro de otra, entonces inmediatamente hay una división. Tener la experiencia de ser degollados, inmolados, cortados en piezas e incluso ser quemados por el fuego, es parte de nuestra consagración.

Primero, si asumimos el rol de sacerdotes, debemos buscar tales experiencias, permitiendo que el Señor trabaje en nosotros, consuma todas nuestras habilidades hasta el punto de poder decir: “Señor, quiero entregarte incluso, mis mejores cosas, como mi capacidad y mi destreza natural, para que sean quemados”, solamente cuando nos entregamos totalmente a Dios sin reservas para ser trabajados y quemados, Él nos resucitará. El resultado de esta consagración es un servicio a Dios en resurrección.

El tercer cambio que provoca la consagración es el cambio de forma. Antes éramos como un buey en el campo, enteros y con una hermosa forma. Algunos de nosotros incluso, hasta han podido ser hermosos animales de competición, imponentes, respetados y apreciados por todos. Sin embargo, una vez consagrados somos consumidos por el fuego, perdiendo nuestra forma y estructura original. Todas nuestras partes han sido transformadas en un puñado de cenizas, todo esta terminado para nosotros, nuestro futuro en el mundo, como nuestro futuro en el “mundo cristiano”.

Convengamos que así como el mundo esta lleno de atractivos, también el “mundo cristiano” tiene su seducción y algunos avizoran un excelente futuro. Algunos hermanos ponen sus expectativas en ser un reconocido predicador, evangelista, o profeta internacional. Si somos iluminados por la Palabra, descubriremos que incluso en nuestra esperanza de tener fruto en la obra del Señor, hay muchos elementos ocultos que solo son para edificar nuestro futuro. Cuando vemos la prosperidad de los demás, sentimos envidia. Cuando vemos las realizaciones o éxitos de los otros, el corazón se inquieta. Esto prueba que tenemos esperanza en nuestro propio futuro.

Una persona consagrada no tiene “su” propio futuro, su esperanza esta en Dios, pues ella es solo un puñado de cenizas, ha sido consumida en el altar y continua encendida consumiéndose. Solo personas así pueden ser usadas por Dios. Su servicio puede ser aceptado por él, pues ellas están en la esfera de la resurrección y no en la esfera natural. Gracias a Dios por el libro de Levítico que nos proporciona la revelación necesaria para comenzar con nuestra consagración.

En el libro de Éxodo capitulo 28 hallamos el primer sacerdote humano levantado por Jehová, Aarón, hermano de Moisés. En este capitulo se hallan todos los requisitos de la vestimenta que debía llevar Aarón y sus hijos, pero lo más llamativo son las tres palabras que debían inscribirse en una lamina de oro fundida la cual debía llevarla colgada con un cordón azul debajo de la mitra en la frente del sacerdote: "Santidad a Jehová".

Esto que el sacerdote portaba y practicaba por cumplimiento de la ley, pregunto: ¿Ha quedado destituido en la vida practica del cristiano neotestamentario?. “Y las tablas eran obra de Dios, y la escritura era escritura de Dios grabada sobre las tablas.” (Éxodo32:16).

“Y si el ministerio de muerte grabado con letras en piedras fue con gloria, tanto que los hijos de Israel no pudieron fijar la vista en el rostro de Moisés a causa de la gloria de su rostro, la cual había de perecer, ¿Cómo no será mas bien con gloria el ministerio del espíritu?” (2 Corintios 3:7-8).

“Lazo es al hombre hacer apresuradamente voto de consagración y después y después de hacerlo reflexionar” (Proverbios 20:25).

¿Será esto último nuestra realidad actual?

Volvámonos al libro de Levítico y veamos en su capitulo 8, versículo 33, que para considerar los sacerdotes consagrados debían cumplir con una serie de requisitos y permanecer por un tiempo de 7 días y noches a la puerta del tabernáculo de reunión para considerarlos purificados. El tiempo de siete días nos habla de un tiempo de depuración, de limpieza, esto es ejemplificante.

En nuestra realidad los hermanos se entregan al Señor, y el camino de la “consagración actual” es incentivarlos a “trabajar en la obra”, mientras más hacen más consagrados son, así son promovidos y “ungidos” por ser voluntariosos. Esta mentira ha proliferado por décadas creando un pueblo cristiano sin mente renovada, sin que el Señor por su Espíritu Santo sea Realidad en sus vidas, siendo “ la voluntad de Dios” solo una frase más del léxico evangélico, viviendo en derrota espiritual y lamentación constante, con ejemplos deplorables de “siervos” que con sus vidas pecaminosas han avergonzado al evangelio.

Si queremos ser consagrados debemos recordar que estamos partidos en el altar y conforme nos entreguemos seremos quemados pieza por pieza que son las áreas de nuestras vidas transformándonos en cenizas hasta ser totalmente destruidos, como una ofrenda irredimible. Entonces seremos apenas un puñado de cenizas a los ojos de los hombres, con todo un olor que satisface plenamente a Dios. El Señor Jesús aquí en la tierra no vivió por sus propios pareceres o intereses, si no totalmente entregado al Padre buscando la voluntad y la gloria del Padre muriendo como un grano de trigo para producir muchos granos.

Nosotros podemos vivir tal vida que cumpla el propósito eterno de Dios. Que el Señor tenga misericordia de nosotros para poder quemarnos día por día en el altar a fin de que él obtenga cada parte de nuestro ser y podamos ser plenamente edificados en Él.

“Porque escrito está: Sed santos, porque yo soy santo. Y si invocáis por Padre a aquel que sin acepción de personas juzga según la obra de cada uno, conducíos en temor todo el tiempo de vuestra peregrinación” (1 Pedro 1:16-18)


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Tomado de:

Iglesia.Net ©

Por la Gloria de Nuestro Señor bendito que es abundante en misericordia

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