En el día domingo, el primer día de la semana, los cristianos acudimos, algunos en realidad, a nuestros servicios de adoración en nuestras iglesias respectivas. Algunos, se pondrán su "uniforme" que lo distingue de otras denominaciones. Bien peinados, de corbata, bañaditos, de punta en blanco. Otros en vestimenta más informal, de blujeans, con polera, etc. Pero todos los cristianos que asisten a alguna iglesia, ese día asistirán con familia y todo, al culto o a la misa. Después de ella, volveremos a casa con la conciencia tranquila de habernos presentado a Dios, como piden nuestras religiones. Sin embargo muchos dejaran a Cristo sentado en esa iglesia, mirándolos con tristeza como se alejan rumbo a casa, ya que se retiraran sin llevarle en su corazón. Muchos cristianos caminaran en su semana de estudios y laboral sujetos a sus propias pasiones, incongruencias y absoluto divorcio entre lo que profesaron ese domingo, en el culto o en la misa, y el resultado de su accionar, decir, sentir y pensar durante su interactuar con los demás. Pienso en el caso de una hermana, a la cual aun quiero y deseo profundamente su bien para ella y su hija. Esta hermana me ayudo tangencialmente en un primer momento con el inicio de un proyecto comercial. A la cual brinde toda mi confianza, tanto así que hasta le entregue las llaves de mi oficina para que trabajara tranquila cuando lo necesitase. Ella siempre me decía que se consideraba una persona buena, transparente, que no deseaba el mal a nadie. Pensamiento que todos tenemos de nosotros mismos. No hay mejor imagen que la que nosotros tenemos de nosotros mismos. Sin embargo, un buen día haciendo correr en la Intranet de la oficina un programa computacional de seguridad, detecto este que desde el computador de esta hermana, se estaban sustrayendo información sensible y clave de nuestro negocio, incluso documentos personales. Chequeamos los días y horarios en que había ocurrido la sustracción de la información y coincidía con los horarios en que ella se encontraba sentada frente al computador. Conversando con ella, finalmente lo reconoció. Ella había sustraído la información sin nuestro consentimiento. Dio sus explicaciones que solo ahondaron nuestra sorpresa por lo inverosímiles y se marcho. Ofendida por cierto. Eso me hizo pensar en mi última idea. La imagen que tenemos de nosotros mismos es tal alta, que aun cuando se nos presenten las pruebas en nuestras narices, nos costara reconocer nuestros errores. Esto es valido para todo el mundo. Ella se sigue considerando una persona buena, incapaz de hacer daño, aun cuando sus actitudes no solo ofendan a los demás, si no que además les hieran por la confianza traicionada. Nadie es más bueno que uno mismo. Así nos movemos. Así salimos pensando desde las iglesias a las cuales asistimos como pueblo de Dios. ¿Pero que hacemos en la semana? Nos divorciamos de Cristo. Lo dejamos ahí, sentado, pensativo mirándonos no solo como nos alejamos del edificio sacro, del día domingo, si no también del camino. Camino que es una extensión en nuestra vida de la doctrina del hijo de Dios. Camino en el cual nos nace darle las gracias de habernos rescatado de la muerte que cada uno en su momento propio y particular, sentimos en nuestras vidas. Camino que debe seguir desde que ponemos un solo pie fuera del edificio al cual asistimos a los servicios, y nos debe acompañar en todo momento. Por que ese camino, lo llevamos por dentro. En cada acto, cada pensamiento, cada gesto de nuestro corazón y mente. Camino que es un prisma por donde vemos y filtramos la realidad que cada uno vive en su vida. Camino que nos enseña y hace observar la realidad desde una perspectiva de las enseñanzas que se nos han revelado, por misericordia de Dios. Quien nos ha tomado para si y no desea que divaguemos en "EL" camino. Camino que tiene un solo nombre. Cristo. El, como camino que nos conduce a la santidad en nuestras vidas, El, que nos lleva al Padre, a sentir su magnificencia y presencia gozosa en nuestras vidas. Ese camino. Cristo. Por que El es "el" camino, no hay otro. Misericordia, perdón, amor mutuo, respeto y caridad. Ese es el camino. Esos fueron los conceptos que hizo en carne propia, en toda su vida en actos concretos. El camino mismo. Cristo. De que nos sirve a los cristianos asistir en forma regular, puntual, peinados, encoloniados, con toda nuestra familia, a los distintos servicios religiosos, si no hacemos en nuestra vida, con nuestro día a día, un culto o misa permanente. Nuestro conducir y sentir, pensar, decir debe ser un constante servicio de adoración al Padre, a Cristo. Mediante la convicción firme en nuestra fe, de la veracidad del discurso potente y vigoroso del mensaje del hijo de Dios. Tu día debe ser una misa, un servicio de culto. En donde nos hemos desplazado por el camino, por Cristo y en Cristo, recubiertos de su manto de caridad y santidad con el cual nos hemos hecho en control de nuestras pasiones y sentimientos primarios, básicos y animales. Con Cristo y en Cristo hemos dado un paso mas adelante en la evolución como especie. Ya no nos movemos por los instintos básicos, la envidia, la ira, el desamor. Si no como seres especiales. Hijos de Dios, pueblo escogido por el mismo Dios. Nuestra semana debe ser una obertura de santidad completa. Un cáliz de ofrecimiento de nuestro mejor esfuerzo, al 200% de lo mejor de si mismos por caminar, permanecer, en pensamiento y concordancia con el sentir de Cristo. Tu día es tu misa y culto. No el servicio del domingo. En nuestro papel de sacerdotes de su reino, llamados por su misericordia a crecer y desarrollarnos en su camino, en Cristo, hemos de trabajar, estudiar y relacionarnos con el mundo, haciendo de nuestro día, un día completo de obras, asentadas en un sentir, asentadas en un solo pensar. La espesa medula del mensaje del Hijo de Dios. El amor y su compasión. La misma compasión y amor con que nos ha tratado nuestro Padre.
Cuando salgas este domingo del culto o la misa, extiende ese vinculo con Cristo que has logrado durante toda la semana, en todo el día, y en toda tu noche. Recostaras tu cabeza meditando sus leyes, y dormirás dulcemente en el gozo de su LEY.
Haz de tu día y de todos tus días, un acto sagrado, con la ayuda del Espíritu que vive ahora en ti. Revestidos de Cristo, siendo testimonio vivo de su poder y la obra maravillosa que hace en ti.
¿Las ceremonias......? déjalas para quienes gustan de las primeras bancas.
Para la Gloria eterna de Jesucristo, El Padre que es infinito en Amor y el eterno Espíritu Santo que nos une amorosamente al Padre y al Hijo.
Amen
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